martes, 13 de marzo de 2012

Alegoría de mi Fe, de Antonio González S

Hoy comparto un poema que me regalaron inspirado en mi primer libro, del mismo nombre que el poema, gracias a Antonio González Silva compañero de momentos tóxicos, y muchos otros....
Aquí se los presento:


Alegoría de mi Fe
En homenaje a un gran amigo,
Carlos Escorza Ortiz.

Historias vienen, se van,
pero forman parte de creer.
Momentos que suceden,
que se hacen, que se van.

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

Me arropa la luz de los beatos,
como la luz de un vitral,
colores por el sol acariciado.
Somos, un hermoso vitral.

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

Usos y costumbres me han dado;
pero también, miedos infundados.
Me he liberado de todo lo malo,
¡he dejado libre a mi gato!

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

Comprendí mi felicidad,
y no debo esperar a quien no la merece.
No hay sillas vacías,
Mi felicidad no espera, se hace fuerte.

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

No quiero ser un santo,
quiero estar consiente y atento
a todo lo que me rodea en todo momento.
Como un paraguas en pleno invierno.

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

Deje de pedir a los cielos,
a exclamar, pedir en rezos.
Doy gracias mejor por todo lo que tengo.
Naranjas, salud… ¡Gracias por ello!         

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

Creo en Dios, porque tengo fe.
Creo que todo se puede, por fe.
Así como ese equilibrista temerario,
yo creo, creo que todo se puede hacer.

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

Estaremos todos en la misma mesa,
en la mesa del banquete eterno;
¡bienvenidos todos sean!
reunidos en esta mesa.

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

Me aparto de sentimientos negativos,
que me impiden la claridad.
No quiero vasos desechables por comodidad,
¡quiero ser libre, seguir mi voluntad!

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

Doy gracias por vivir sin cadenas,
vivir sin ataduras; darme cuenta de mí.
No vivo atado como un elefante
qué no sabe que puede ser libre en un instante.

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

Percibo el mundo, no con mis ojos.
Veo sin ojos, porque veo con el corazón.
No necesito lentes porque tengo fe,
un fuerte ardor desde mi corazón.

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

Hasta que la muerte me separé de mi amor,
hasta que la muerte me regrese con mi amor.
Ella vestida de novia, yo vestido para la ocasión.
El amor es terno, ¡viva el amor!

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

No todas las cruces, tienen forma de cruz.
Hay un carrito del mandado, forjado
con mucho corazón. Un verdadero sendero.
guiado y marcado por el amor.

¡Eso es la Alegoría de mi Fe!

Evocamos, decimos y creemos que todo sabemos.
No nos damos cuenta de todo lo bello.
Recordemos lo importante:
¡Viva, viva la alegoría de mi fe!

Antonio González Silva

martes, 28 de febrero de 2012

La Lluvia

Lo más parecido al amor es la lluvia,
Primero que nada por que aunque uno salga preparado con un paraguas, de cualquier manera el agua nos toca, aunque salgamos protegidos del todo, en segundo lugar por que la lluvia es un milagro y la lluvia nos recuerda que los milagros vienen del cielo.
Y en tercero que no somos quien para juzgar o comprender los milagros.
Pero lo más importante es que todo el mundo corre al ver la lluvia.
Quizá por ignorancia o por miedo pero todos corren cuando la ven llegar…
Hace tiempo conocí a una mujer que no podía enamorase y no encontrar al hombre de tu vida, pero tampoco dejaba que nadie se acercara a su vida y pensando en esto puedo decir que... La lluvia vino hasta ami,
Y me cubrí con el miedo…
Con periódicos que mienten que habrá buen tiempo
La lluvia vino hasta ami…
Cuando el futuro descansa entre el “jamás” y el mañana,
Nunca hay noticias de ti…
La lluvia quiso limpiar
El cielo de nubes negras o mis ojos que ríen por no llorar
Y corrí a protegerme bajo un tejado y corrí por no mojarme los zapatos
Y corrí como el idiota que se aterra
Cuando no entiende que en la tierra todavía el cielo manda los milagros.
La lluvia vino hasta ami y yo no quise arriesgarme
Por no sentirme vulnerable o por sentirme culpable de no poder ser feliz
La lluvia vino hasta a mí, y yo no supe arriesgarme
Por miedo a ser feliz
A.V.

sábado, 11 de febrero de 2012

Qué es una crisis?

No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo, ser sólo testigos o cronistas de lo que otros hacen. La crisis es la mejor bendición que puede suceder a personas y pises porque la crisis trae progresos.
La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche obscura.
Es un la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y grandes estrategias.
Quien supera a si mismo sin quedar “superado”. Quien contribuye a la crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El problema de las personas y países es la pereza para encontrar salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es rutina, lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, por que sin crisis todo viento es caricia.
Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto, trabajemos duro.
Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora que es la tragedia de no querer por superarla…
Crisis viene del latín Crecer
C-E-O

"Escucha pequeño Hombrecito o Mujercita" de WR

Te llaman "pequeño hombrecito", "hombre común" y por lo que dicen, comenzó tu era, la "Era del hombre común". Pero no eres tú quien lo dice, pequeño hombrecito, son ellos: los vicepresidentes de las grandes naciones, los importantes dirigentes del proletariado, los arrepentidos hijos de la burguesía, los hombres de Estado y los filósofos. Te dan un futuro, pero no te preguntan por el pasado.

Tú eres heredero de un terrible pasado, tu herencia te quema las manos, esto es lo que tengo para decirte. La verdad es que todos: el médico, el zapatero, el mecánico o el educador que quieren trabajar y ganar su pan, deben conocer sus limitaciones.
Hace algunas décadas, tú, pequeño hombrecito, comenzaste a penetrar en el gobierno de la Tierra; el futuro de la raza humana depende, a partir de ahora, de la manera como pienses y actúes. Pero ni tus maestros ni tus señores te dicen cómo eres y piensas realmente, nadie osa dirigirte la única crítica que te podría convertir en el inquebrantable señor de tu destino. Apenas eres "libre" en un sentido: libre de la autocrítica que te permitiría conducir tu vida como tú quisieras. Nunca te escuché quejarte y decir: "ustedes me promueven a ser futuro señor de mí mismo y de mi mundo, pero no me dicen cómo hacerlo y no me señalan errores en lo que pienso y hago".

Dejas que los hombres en el poder lo asuman en tu nombre, pero tú permaneces callado. Confieres a los hombres que detentan el poder, todavía más poder para que te representen, hombres débiles o mal intencionados. Y sólo demasiado tarde reconoces que te engañaron una vez más.

Te entiendo, incontables veces te vi desnudo, psíquica y físicamente desnudo, sin máscara, sin etiqueta política, sin orgullo nacional, desnudo como un recién nacido o un general en calzones. Oí entonces tus llantos y lamentaciones; te escuché apelar, esperanzado, tus amores y desdichas. Te conozco, te entiendo y voy a decirte quién eres, pequeño hombrecito, porque creo en la grandeza de tu futuro, que sin duda te pertenecerá; por eso mismo, antes que nada, mírate a ti mismo.

 Ve cómo eres realmente, escucha lo que ninguno de tus jefes o representantes se atreve a decirte:
Eres el "hombre medio", el "hombre común". Fíjate bien en el significado de estas palabras: "medio" y "común"...

No huyas, ¡ten ánimo y contémplate! "¿Qué derecho tiene este tipo para decirme eso?". Leo esta pregunta en tus amedrentados ojos, la oigo con su impertinencia, pequeño hombrecito; tienes miedo de mirar hacia ti mismo, tienes miedo de la crítica, tal como tienes miedo del poder que te prometen. ¿Qué uso darías a tu poder? No lo sabes. Ni siquiera te atreves a pensar que podrías ser diferente, libre en lugar de oprimido, directo en lugar de cauteloso, amando a plena luz y nunca más como un ladrón en la noche. Te desprecias a ti mismo, pequeño hombrecito, y dices: "¿quién soy yo para tener opinión propia, para decidir mi propia vida y tener al mundo por mío?" Y tienes razón: ¿quién eres tú para reclamar derechos sobre tu vida?

Déjame decírtelo:
Difieres del gran hombre que verdaderamente lo es apenas en un punto: todo gran hombre fue, en otro momento, un pequeño hombrecito, pero él desarrolló una cualidad importante: la de reconocer las áreas en que había limitaciones y estrechez en su modo de pensar y actuar. A través de alguna tarea que le apasionase, aprendió a sentir cada vez mejor aquello que en su pequeñez y mediocridad amenazaba su felicidad. El gran hombre es, pues, aquel que reconoce cuándo y en qué es pequeño. El pequeño hombrecito es aquel que no reconoce su pequeñez y teme reconocerla; que trata de enmascarar su tacañez y estrechez de visión con ilusiones de fuerza y grandeza, fuerza y grandeza ajenas.

Que se enorgullece de sus grandes generales, pero no de sí mismo; que admira las ideas que no tuvo, pero nunca las que tuvo realmente.

lunes, 6 de febrero de 2012

Me toco ser de los que Aman

"Me tocó ser de los que aman"

Me tocó ser de esos tontos
que dan todo sin temor,
de esos tontos que pretenden
entregar el corazón.

Me tocó sentir aquello
que se llama decepción,
cuando el otro no comprende
la nobleza del amor.

Me tocó tener caballos
adentro del corazón,
que galopan por mis venas
cuando el fuete del amor
les golpea con mucha fuerza
desatando la pasión.

Me tocó ser de los que aman,
no me avergüenzo, yo no,
pues mi amor está pagado
cuando siento una emoción,
cuando me miro en sus ojos
o cuando siento su olor.

Cuando yo amo sin fronteras
temo que mi corazón
se quede corto en la entrega,
lo doy todo sin razón.

Toma tú mi corazón, te lo regalo,
te lo entrega y te lo da mi propia mano,
tuyo es, y también te doy derecho
en hacerlo pedazos en mi pecho.

Que no duele el dolor cuando se entrega
el corazón por amor y no se niega,
que negarse a uno mismo un sentimiento…
es marchitarse el alma en un momento.

Mas ¿qué puedes entender tú de todo esto?,
tú que eres el amado y no el amante,
no pretendo que ni por un instante
tú comprendas el por qué de mi entregarme.

Tú no sabes qué es sentir que aquí en el pecho
algo estalle provocado por tu aliento,
tú no sabes lo que es dar la vida entera,
por un sueño, una ilusión o una quimera.

¡No lo sabes!, ¡No lo entiendes!
Esa gloria es sólo de nosotros,
los benditos elegidos. ¡Los amantes!

Que morimos y seguimos adelante.

Caminando en el sendero de emociones
y seguros de que todas las acciones,
por amor han sido realizadas,
y serán algún día recompensadas.

Cuando encuentre yo a ese ser que me responda
y que me ame como he amado yo hasta ahora,
le daré… lo mejor de mis batallas.

Y aquellas voces que de mi alma emanan,
¡Gritarán dando gracias a la vida!
Me tocó… en el amor… ¡ser de los que aman!

O.D.

viernes, 3 de febrero de 2012

El amor de pareja Kari V L

El amor de pareja
Es una relación compleja el amor de pareja

El amor de pareja está condenado al fracaso si no se intenta comprender que no depende de la apariencia ni se trata de una cuestión de suerte o azar o simple atracción sexual.

En una sociedad de consumo donde todo se compra y se vende y donde todo depende de la oferta y la demanda, los sentimientos también ocupan un lugar en una vidriera y adoptan las mismas características que los objetos.

El amor no se puede objetivar porque cuando el amor es un objeto más, es utilitario y se requiere sólo para satisfacer las necesidades, suplir carencias o tener compañía.

Todos queremos ser amados sin embargo no estamos dispuestos a hacer ningún esfuerzo para brindar amor.

Para lograr un amor verdadero, no alcanzan ni la buena figura, ni la capacidad de empatía ni el magnetismo, porque no se trata de una serie de cualidades que se consideran deseables para ser atractivo sino que consiste más en una disposición, una capacidad, una habilidad que se construye con esfuerzo.

Amar y ser amado no es sencillo porque exige ser capaz de amar al prójimo, ser humilde y confiable, tener fe, ser valiente, constante y emocionalmente estable.

Todos hemos conocido alguna vez la experiencia de intimidad que se produce entre dos personas que casi no se conocen, atraídas por un súbito enamoramiento. Es como un milagro, una sensación de unidad que nos hace creer que por fin pudimos alcanzar lo que tanto habíamos anhelado.

Pero al poco tiempo, al llegar a conocerse mejor, ese milagro comienza a perder su magia y aparece la desilusión y el aburrimiento mutuo que disuelve hasta el último vestigio de la atracción que existía.

El hambre de amor sólo refleja la soledad interior y la necesidad de aferrarse a alguien para no perderse, debido a la falta de superación del ancestral sentimiento de separación, propio de la existencia humana.

Es evidente que cuando el hombre se independiza de los vínculos primarios se torna más intensa en él, la necesidad de huir del sentimiento de aislamiento y encontrar nuevas formas de superar esa soledad interior.

El amor verdadero exige preservar la propia individualidad, permitiendo superar el sentimiento de aislamiento y mantener la integridad del si mismo.

La pasión es una esclavitud y el amor sólo puede existir en libertad, jamás como resultado de una compulsión.

El amor verdadero se caracteriza por la necesidad de dar sin esperar recibir, no con la intención de hacer un sacrificio ni para privarnos de algo que nos pertenece, sino como expresión de fuerza y riqueza.

Dar siempre es más placentero que recibir si no estuviéramos siempre especulando en términos de ganancias y pérdidas.

En el amor de pareja uno se entrega a si mismo, no en el sentido de sacrificar la vida por el otro, sino como expresión de toda su riqueza interior, por eso es importante tener una vida plena y una realización personal.

El que no puede amar no ha superado la dependencia ni el deseo de obtener algo de los otros para si mismo y tampoco tiene fe ni coraje para confiar en sus propias capacidades para alcanzar sus logros.

El amor verdadero es básicamente respeto por el otro, viéndolo tal cual es, con la conciencia de su propia individualidad, tratando de favorecer su crecimiento y desarrollo para que logre ser quien es.

El respeto sólo es posible si se basa en la libertad, nunca en la dominación.

Conocer al otro nos permite ver más allá de los comportamientos que son difíciles de comprender y saber las razones más profundas, porque el acto de amar es una experiencia de unión que trasciende las palabras y el pensamiento.
Kari V L

jueves, 2 de febrero de 2012

Queda prohibido

Queda prohibido

Queda prohibido llorar sin aprender,
levantarte un día sin saber qué hacer,
tener miedo a tus recuerdos

Queda prohibido no sonreír a los problemas,
no luchar por lo que quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños.

Queda prohibido no demostrar tu amor,
hacer que alguien pague tus dudas y mal humor.

Queda prohibido dejar a tus amigos,
no intentar comprender lo que vivieron juntos,
llamarles sólo cuando los necesitas.

Queda prohibido no ser tú ante la gente,
fingir ante las personas que no te importan,
hacerte el gracioso con tal de que te recuerden,
olvidar a toda la gente que te quiere.

Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo,
no creer en Dios y hacer tu destino,
tener miedo a la vida y a sus compromisos,
no vivir cada día como si fuera un último suspiro.

Queda prohibido echar a alguien de menos sin alegrarte,
olvidar sus ojos, su risa, todo,
porque sus caminos han dejado de abrazarse,
olvidar su pasado y pagarlo con su presente.

Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen más que la tuya,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.

Queda prohibido no crear tu historia,
dejar de dar las gracias a Dios por tu vida,
no tener un momento para la gente que te necesita,
no comprender que lo que la vida te da,
también te lo quita.

Queda prohibido no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti este mundo no sería igual.
P.N

del Libro "EL MUNDO DE LOS JÓVENES: ¿Quiénes son? ¿Qué buscan?

El mundo de los Jóvenes..
Nos encontramos en una atmósfera verdaderamente paradójica que afecta casi todas las áreas culturales: por un lado se les quiere hacer autónomos a los niños cuanto antes, ya desde la cuna y la guardería, y por el otro lado se ven adolescentes, y sobre todo postadolescentes, que se esfuerzan por llevar a cabo las operaciones psíquicas de la separación, aunque desean hacerlo con palabras. Para liberarse de esta dificultad, buscan apoyos psicológicos, sociales y espirituales en los cuales apoyarse.

En una sociedad que, por diversas razones, cultiva la duda y el cinismo, el miedo y la impotencia, la inmadurez y el infantilismo, los jóvenes tienden a asirse a modalidades de gratificaciones primarias y tienen dificultad en madurar, entendiendo por madurez la personalidad que ha completado la organización de las funciones basilares de la vida psíquica y que por lo tanto es capaz de diferenciar la propia vida interior del mundo externo. Muchos jóvenes, que aún permanecen en una psicología de fusión, tienen dificultad en realizar esta diferenciación; aquello que sienten e imaginan, a menudo es sustituido por los hechos y la realidad del mundo externo. Este fenómeno es ampliado y alimentado por la psicología mediática, que inerva hoy los ánimos y el universo virtual, creado por videojuegos y el Internet. Todo esto los predispone a vivir en lo imaginario y en un mundo virtual, sin contacto con la realidad la que no han aprendido a conocer y que los delude y deprime. Tienen un acercamiento lúdico a la vida, con la necesidad de ir de juerga, sobre todo los fines de semana, sin saber bien por qué; pero de este modo buscan ambientes totalizantes y sensaciones que les dan la impresión de que existen. Queda aún por verificar si estas experiencias crean o no relaciones verdaderas y contribuyen al enriquecimiento afectivo e intelectual de su personalidad. Finalmente, son ambivalentes porque quieren encontrar el modo tanto de entrar en la realidad como de huir de ella.

Nos encontramos en una atmósfera verdaderamente paradójica que afecta casi todas las áreas culturales: por un lado se les quiere hacer autónomos a los niños cuanto antes, ya desde la cuna y la guardería, y por el otro lado se ven adolescentes, y sobre todo postadolescentes, que se esfuerzan por llevar a cabo las operaciones psíquicas de la separación, aunque desean hacerlo con palabras. Para liberarse de esta dificultad, buscan apoyos psicológicos, sociales y espirituales en los cuales apoyarse.

La educación contemporánea produce sujetos demasiado apegados a las personas y a las cosas, por lo tanto, aunque lo niegue produce seres dependientes. Durante la infancia sus deseos y expectativas han sido de tal manera estimulados a costa de la realidad externa y de las exigencias objetivas, que terminan por creer que todo es maleable sólo en función de los propios intereses subjetivos. Después, al inicio de la adolescencia, a falta de recursos suficientes y de un puntal interior, intentan desarrollar lazos de dependencia en la relación con el grupo o la pareja. Si he inventado la expresión de
"pareja- bebé", lo he hecho precisamente para designar su economía afectiva, que no siempre se distingue entre sexualidad infantil y sexualidad relativa al objeto. De hecho pasan del apego a los padres al apego sentimental, quedándose siempre en la misma economía afectiva.
Preocupándose justamente de la calidad de la relación con el niño, la educación se ha centrado demasiado en el bienestar afectivo, a veces a costa de la realidad, del saber, de los códices culturales y de los valores morales, sin ayudar a los jóvenes a edificarse interiormente. Por consiguiente, tienden más a una expansión narcisista que a un verdadero y auténtico desarrollo personal, que a menudo crea personalidades ciertamente moldeables y simpáticas, pero a menudo también superficiales e incluso insignificantes, que no siempre tienen el sentido del límite y de la realidad. Pueden ser descarados, a veces demasiado familiares, confundiendo el códice personal con el social, olvidándose del sentido de la jerarquía, de la autoridad, de lo sacro y de las formas y las reglas del "cómo se debe hablar". Algunos ni han aprendido las reglas de la convivencia social, comenzando por aquéllas del código vial y terminando con los ritos de la vida familiar y social.
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viernes, 27 de enero de 2012

Me gusta la Gente que Vibra

Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace en menos tiempo de lo esperado.

Me gusta la gente con capacidad para medir las consecuencias de sus acciones, la gente que no deja las soluciones al azar.

Me gusta la gente estricta con su gente y consigo misma, pero que no pierda de vista que somos humanos y nos podemos equivocar.

Me gusta la gente que piensa que el trabajo en equipo, entre amigos, produce más que los caóticos esfuerzos individuales.

Me gusta la gente que sabe la importancia de la alegría.

Me gusta la gente sincera y franca, capaz de oponerse con argumentos serenos y razonables.

Me gusta la gente de criterio, la que no se avergüenza de reconocer que no sabe algo o que se equivocó.

Me gusta la gente que al aceptar sus errores, se esfuerza genuinamente por no volver a cometerlos.

Me gusta la gente capaz de criticarme constructivamente y de frente; a éstos los llamo mis amigos.

Me gusta la gente fiel y persistente, que no fallece cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.

Me gusta la gente que trabaja por resultados. Con gente como esa, me comprometo a lo que sea, ya que con haber tenido esa gente a mi lado me doy por bien retribuido.

M-B

fragmento del libro "escucha pequeño hombrecito" o mujer tambien aplica

Uno de mis libros de cabecera…

De “Escucha hombre pequeño” o mujer pequeña, se ajusta a los dos.

Imagínate, pequeño hombrecito, ¿cómo se sentiría un águila que estuviese empollando huevos de gallina? En un principio el águila piensa que está empollando pequeñas águilas que irán a tomar un tamaño idéntico al suyo, pero resulta que siempre son pollos. Desesperada, el águila espera que los pollos todavía puedan llegar a ser águilas. El tiempo pasa y resulta que finalmente, son gallinas cacareantes.

Entonces, nace en el águila la tentación de comerse a los pollos y gallinas de una sola vez. Sólo un pequeño resto de esperanza le impide hacerlo. La esperanza de que algún día surja del bando de pollos una pequeña águila capaz de medir la distancia a partir de las cimas de las montañas, de detectar nuevos mundos, nuevas formas de pensar y de vivir. Y sólo esta esperanza impide al águila triste y solitaria devorar a los pollos y gallinas, que ni siquiera se dan cuenta de que ella los sustenta y acoge, que viven en un escarpado peñasco, muy arriba de los valles oscuros y húmedos.

Nunca verán a la distancia como el águila solitaria. Se limitarán a engullir lo que el águila, día tras día, les traiga de alimento. Se dejarán calentar bajo sus poderosas alas siempre que llueva o truene, mientras ella soporta la tempestad sin protección alguna.

O llegaron a tirarle piedras por la espalda en los peores momentos; al darse cuenta de esto, su primer impulso fue de despedazarlos, pero, pensándolo mejor, se llenó de compasión. Esperaba todavía que algún día hubiera de surgir, de entre los miopes pollos cacareantes, un águila pequeña, capaz de acompañarlo.

Hasta hoy, el águila no ha desistido, de modo que continúa criando pollos.

Tú no quieres ser águila, pequeño hombrecito, y es por eso que eres devorado por los buitres, tienes miedo de las águilas y es por eso que vives en grandes manadas.

Porque algunas de tus gallinas empollaron huevos de buitre, y los buitres se convirtieron en tus jefes, entonces, contra las águilas. Las águilas desearían haberte llevado más lejos, más alto. Los buitres te enseñaron a comer cadáveres, a contentarte con algunos granos de trigo y a berrear: "¡VIVA EL
GRAN BUITRE!".

Y a pesar de tus privaciones y de tu condenación masiva, sigues teniendo miedo de las águilas que protegen a tus pollos.

Construiste sobre la arena tu casa, tu vida, tu cultura, tu civilización, tu ciencia y técnica, tu amor y tu educación infantil.

No lo sabes, pequeño hombrecito, ni quieres saberlo y destruyes al gran hombre que intenta decírtelo. En tu agonía son siempre las mismas cuestiones las que te afligen:
"Mi hijo es obstinado, destructivo, de noche tiene pesadillas, no logra concentrarse en su trabajo escolar, sufre de estreñimiento, tiene mal color, es un niño cruel, ¿qué he de hacer? ¡Ayúdenme!".

O: "Otra guerra, después de haber luchado en una que debería poner fin a todas las otras, ¿qué podemos hacer?".
O: "La civilización de que tanto nos enorgullecemos está por decaer en un proceso de inflación. Hay millones de personas con hambre, gente que mata, roba, destruye y abandona toda esperanza. ¿Qué habremos de hacer?".
"¿Qué habremos de hacer?", es tu interrogación milenaria.

 El destino de toda adquisición cultural importante en la cual prevalezca la verdad sobre la seguridad, es la de ser ávidamente devorada por ti y en seguida defecada.

Muchos fueron los hombres con coraje y solitarios que te dijeron lo que deberías de hacer. Y siempre distorsionaste lo que te era comunicado, siempre los llevaste a la amargura y la destrucción. Siempre les tomaste la palabra por el lado equivocado, prefiriendo como regla de la vida el pequeño margen de errores, en vez de la gran verdad; en el cristianismo, en la formación socialista, en el concepto de soberanía popular, en todo lo que tocaste, pequeño hombrecito. Preguntas: ¿por qué es así? No creo que tomes la cuestión en serio y me vas a odiar cuando escuches la verdad: construiste tu casa sobre la arena y proseguiste así a lo largo de los siglos, porque eres incapaz de respetar la vida, porque hasta el amor de tus hijos destruyes antes de que haya podido florecer; porque no soportas ninguna forma de espontaneidad, ningún movimiento libre, vivo y natural. Y porque no puedes tolerarlo te da pánico y preguntas:

"¿Qué irá a decir el señor Pérez?"

Eres cobarde en tu actividad intelectual, porque la actividad intelectual, la vitalidad y el movimiento son parte de tu cuerpo y tú temes a tu cuerpo; muchos fueron los grandes hombres que te decían: escucha a tu voz interior -sigue la verdad de lo que sientes- venera tu amor, pero tú no prestaste atención a tales palabras.

Fueron palabras perdidas en el desierto, apelaciones solitarias que mueren en tu selva desolada, pequeño hombrecito.

W-R