Todos
los seres humanos tenemos la capacidad de aprender y de memorizar, y puede
darse de modo consciente o emocional, en ambos sentidos nos permiten establecer
vínculos con todo lo que nos rodea.
De
modo particular la memoria emocional tiene que ver con todo lo que vivimos
desde pequeños, incluso con las cosas que no recordamos, pero que nos hacen
reaccionar, desde cosas positivas y agradables como juegos, o negativas como
pueden ser los castigos.
De
la misma manera que en la escuela nos enseñaron desde niños todas las ciencias
humanas, también fuimos moldeando nuestro temperamento que podemos entenderlo
como la actitud que asumimos ante acontecimientos y momentos en nuestra
historia, de ahí que se den los elementos de nuestra personalidad y se
conviertan en inseguridades, como puede ser la soledad, que dependiendo de
nuestra historia y memoria emocional puede ser un factor positivo o negativo.
Estos
patrones de conducta son aprendidos, generados en una etapa de nuestra vida,
que con el tiempo sólo necesitan un detonante, que nos haga experimentar placer
o dolor, gusto u odio, confianza o temor y puede llegar a convertirse en un
medio de manipulación que condicionen todas nuestras relaciones humanas.
Si
me enseñaron que algo es malo o es sinónimo de fracaso, reacciono de un modo
negativo, pero si me enseñaron que es una elección o una opción, la respuesta
es diferente y la actitud también.
Lo
mismo que en una simple operación matemática tenemos el razonamiento y la
memoria consciente, sucede igual pero sin claridad en la memoria afectiva o
emocional.
Aquí
entran los sentidos ocupando un juego determinante de las cosas, personas, objetos
con los que me vinculo, sin que ellos tengan el poder en mí, yo se los concedo
anticipadamente, bloqueándome en muchos casos posibilidades de descubrir,
aprender, reconocer, conocer o simplemente de tener una nueva experiencia ante
ellos.
Pensemos
en un caso matemático simple, 2+2 es 4, lo sabemos, por una lógica simple, y
nuestra memoria consciente, responde inmediatamente, conocemos el resultado y
la comprobación es simple.
Ahora
pensemos en una persona con rasgos rubios, podemos caer fácilmente en
estereotipos socioculturales que lejos de permitirnos conocer a la persona, en
todo lo que esto implica, como es su historia, afectividad, inteligencia, etc.,
podemos limitarnos a estos prejuicios de nuestra memoria afectiva emocional.
Quizás
sea sencillo este ejemplo, pero pensemos en cosas que pueden paralizarnos,
limitarnos, frenarnos y que en algunos casos extremos pueden convertirse en
verdaderas fobias, pero que no las llamamos así, solo respondemos de un modo
negativo.
Uno
de los fenómenos culturales de la actualidad es el miedo a estar solo, la
soledad que si es propiciada y generada por uno, puede traer muchos beneficios
y dar muchas opciones de crecimiento personal, lo contrario a no aceptar la
soledad es caer en dinámicas y relaciones complejas, dolorosas, que nos hacen
daño, lastiman y complican más nuestra identidad y dignidad.
Pensar
en libertad en el genuino sentido de no tener limitaciones pero si reconocer
nuestros límites, hace que podamos desarrollarnos en todas las áreas de nuestra
vida. No conocer el sentido de libertad fácilmente podemos caer en dependencias
en autoengaños incluso en adicciones, que son ya casos muy complicados y que
necesitan ayuda profesional.
Dentro
de este proceso de desprogramación es que seas capaz de reconocer estas limitaciones
emocionales, estas situaciones nocivas que no te han dejado vivir con tranquilidad
y no te permiten conocer nuevas opciones afectivas.
Hay
muchos mitos que favorecen esto, ideas que lejos de ayudarnos, nos justifican
para seguir caminando de la misma manera, limitados, pudiendo correr, seguimos
gateando.
Muchos
mitos tienen que ver con nuestra sexualidad, que sí y que no está permitido,
cuándo, cómo, por qué, debo o no de vivir mi sexualidad. Cuando en realidad a
los que se está hablando es la vida activa sexual, todos nacimos con una
sexualidad, y desde pequeños la tenemos, experimentamos, vivimos y aquí puede
entrar un claro ejemplo de memoria emocional afectiva. ¿Qué me han dicho en
casa, mi familia, padres profesores sobre la sexualidad?
Hace
tiempo platicando con una persona sobre las dinámicas de pareja, ella se refirió
a “hacer cochinadas”, en ese momento se abrieron dos posibilidades en mi mente,
1) que gusta de aventar lodo con su pareja, o 2) que al tener intimidad sexual
le llama cochinada, como algo sucio, malo, y todo lo que tenga que ver con
suciedad, puede parecer humorístico este caso, pero en realidad esta respuesta que
refleja una conducta en la cual la sexualidad está vinculada con algo negativo,
que se vive, pero que tiene una carga afectiva y que causa conflictos.
Pensar
que el sexo es malo, sucio, negativo, tiene sus raíces profundas en un mal
concepto de la dignidad de la persona, ya que todos tenemos una sexualidad,
lamentablemente no todos la hemos comprendido o conocido con el respeto y
compromiso que esta requiere.
Pensemos
en un caso más simple, un aroma por ejemplo, puede llevarnos y trasladarnos a
momentos muy antiguos que de la misma manera sea negativo que positivo,
pensemos en un armo a incienso, del que usan en las Iglesias, ¿Cómo reacciono
ante ese aroma? ¿Qué recuerdos te trae? (...)