martes, 13 de agosto de 2013

El Archivo (fragmento del Libro "Desprográmate"


Todos los seres humanos tenemos la capacidad de aprender y de memorizar, y puede darse de modo consciente o emocional, en ambos sentidos nos permiten establecer vínculos con todo lo que nos rodea.

De modo particular la memoria emocional tiene que ver con todo lo que vivimos desde pequeños, incluso con las cosas que no recordamos, pero que nos hacen reaccionar, desde cosas positivas y agradables como juegos, o negativas como pueden ser los castigos.

De la misma manera que en la escuela nos enseñaron desde niños todas las ciencias humanas, también fuimos moldeando nuestro temperamento que podemos entenderlo como la actitud que asumimos ante acontecimientos y momentos en nuestra historia, de ahí que se den los elementos de nuestra personalidad y se conviertan en inseguridades, como puede ser la soledad, que dependiendo de nuestra historia y memoria emocional puede ser un factor positivo o negativo.

Estos patrones de conducta son aprendidos, generados en una etapa de nuestra vida, que con el tiempo sólo necesitan un detonante, que nos haga experimentar placer o dolor, gusto u odio, confianza o temor y puede llegar a convertirse en un medio de manipulación que condicionen todas nuestras relaciones humanas.

Si me enseñaron que algo es malo o es sinónimo de fracaso, reacciono de un modo negativo, pero si me enseñaron que es una elección o una opción, la respuesta es diferente y la actitud también.

Lo mismo que en una simple operación matemática tenemos el razonamiento y la memoria consciente, sucede igual pero sin claridad en la memoria afectiva o emocional.

Aquí entran los sentidos ocupando un juego determinante de las cosas, personas, objetos con los que me vinculo, sin que ellos tengan el poder en mí, yo se los concedo anticipadamente, bloqueándome en muchos casos posibilidades de descubrir, aprender, reconocer, conocer o simplemente de tener una nueva experiencia ante ellos.

Pensemos en un caso matemático simple, 2+2 es 4, lo sabemos, por una lógica simple, y nuestra memoria consciente, responde inmediatamente, conocemos el resultado y la comprobación es simple.

Ahora pensemos en una persona con rasgos rubios, podemos caer fácilmente en estereotipos socioculturales que lejos de permitirnos conocer a la persona, en todo lo que esto implica, como es su historia, afectividad, inteligencia, etc., podemos limitarnos a estos prejuicios de nuestra memoria afectiva emocional.

Quizás sea sencillo este ejemplo, pero pensemos en cosas que pueden paralizarnos, limitarnos, frenarnos y que en algunos casos extremos pueden convertirse en verdaderas fobias, pero que no las llamamos así, solo respondemos de un modo negativo.

Uno de los fenómenos culturales de la actualidad es el miedo a estar solo, la soledad que si es propiciada y generada por uno, puede traer muchos beneficios y dar muchas opciones de crecimiento personal, lo contrario a no aceptar la soledad es caer en dinámicas y relaciones complejas, dolorosas, que nos hacen daño, lastiman y complican más nuestra identidad y dignidad.

Pensar en libertad en el genuino sentido de no tener limitaciones pero si reconocer nuestros límites, hace que podamos desarrollarnos en todas las áreas de nuestra vida. No conocer el sentido de libertad fácilmente podemos caer en dependencias en autoengaños incluso en adicciones, que son ya casos muy complicados y que necesitan ayuda profesional.

Dentro de este proceso de desprogramación es que seas capaz de reconocer estas limitaciones emocionales, estas situaciones nocivas que no te han dejado vivir con tranquilidad y no te permiten conocer nuevas opciones afectivas.

Hay muchos mitos que favorecen esto, ideas que lejos de ayudarnos, nos justifican para seguir caminando de la misma manera, limitados, pudiendo correr, seguimos gateando.

Muchos mitos tienen que ver con nuestra sexualidad, que sí y que no está permitido, cuándo, cómo, por qué, debo o no de vivir mi sexualidad. Cuando en realidad a los que se está hablando es la vida activa sexual, todos nacimos con una sexualidad, y desde pequeños la tenemos, experimentamos, vivimos y aquí puede entrar un claro ejemplo de memoria emocional afectiva. ¿Qué me han dicho en casa, mi familia, padres profesores sobre la sexualidad?

Hace tiempo platicando con una persona sobre las dinámicas de pareja, ella se refirió a “hacer cochinadas”, en ese momento se abrieron dos posibilidades en mi mente, 1) que gusta de aventar lodo con su pareja, o 2) que al tener intimidad sexual le llama cochinada, como algo sucio, malo, y todo lo que tenga que ver con suciedad, puede parecer humorístico este caso, pero en realidad esta respuesta que refleja una conducta en la cual la sexualidad está vinculada con algo negativo, que se vive, pero que tiene una carga afectiva y que causa conflictos.

Pensar que el sexo es malo, sucio, negativo, tiene sus raíces profundas en un mal concepto de la dignidad de la persona, ya que todos tenemos una sexualidad, lamentablemente no todos la hemos comprendido o conocido con el respeto y compromiso que esta requiere.


Pensemos en un caso más simple, un aroma por ejemplo, puede llevarnos y trasladarnos a momentos muy antiguos que de la misma manera sea negativo que positivo, pensemos en un armo a incienso, del que usan en las Iglesias, ¿Cómo reacciono ante ese aroma? ¿Qué recuerdos te trae? (...)  

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