(...)Las dudas y cuestionamientos pueden darse de mí hacia
la otra persona o de la otra persona hacia a mi. El punto central está en saber
¿si estoy preparado para responder y generar buenas preguntas? ¿Qué voy a hacer
con las respuestas que se presenten?
Existen niveles de comunicación, los estudiosos de
esta carrera pueden profundizar mejor y podemos consultarles en cierto momento,
pero lo que refiere a nuestro proceso de desprogramación conlleva el saber cómo
o cuál nivel de comunicación establezco
con los que me rodean y por lo tanto con los que me interesan.
Podemos encontrar un nivel básico elemental, genérico,
donde encontramos ideas simples, sin entrar en temas reales, solemos iniciar
conversaciones de esta manera pero he podido observar que casos en que pláticas
enteras giran solo desde un aspecto genérico, superficial, llamémoslo
“periférico”.
La comunicación periférica nos presenta temas como:
¿Qué tal el clima? ¿Viste el partido? Había mucho tráfico camino a casa. Las
respuestas se quedan en un ambiente ligero, simple, de situaciones indirectas
que a todos pueden pasarnos o que hemos visto: “si esta caluroso, hace tiempo
esta así, y escuche en el noticiero que seguirá”, no me gusta el deporte, evito
comentarios, para no generar controversias”, “si el tráfico esta imposible, y
nadie sabe qué hacer”.
Lamentablemente es una forma sutil de no conversar, no
decir nada, preguntas y respuestas superficiales, una actitud que lejos de pretender
iniciar una amistad o fortalecerla, aleja, enfría las posibilidades de algo
más.
Hay un segundo nivel de la comunicación en el cual se
van presentando anécdotas, historias breves o muy indirectas de personajes o
momentos que no tienen nada que ver con lo que se está presentando en ese
momento, que parecieran más monólogos de temas que poco se puede aportar,
algunos ejemplos de esto: “en 1986, cuando estudiaba la carrera, llego Javier y
me contó de un proyecto, mismo que no supe si funciono”.
Se abrió un tema que nadie podría opinar, comentar,
salvo una afirmación con la cabeza que no confirma ni niega nada y por respeto
sólo se mueve la cabeza. Hay personas que en su necesidad de ser escuchados,
hablan y hablan, sin dejar que se dé una retroalimentación, se está en una
actitud tan ensimismada que no escuchamos, solo si es para fortalecer mi
postura o actitud, esperando el apoyo y nada más.
En este nivel es muy lamentable encontrar personas que
han vivido una relación matrimonial de años y son un par de perfectos
desconocidos, desconociendo cosas más profundas, y con muchas omisiones, triste
pero pasa mucho.
Tanto ellas como ellos, muestran poco interés en sus
actividades, en lo que hacen, cumplen o satisfacen una necesidad de compañía,
de alivio momentáneo y suficiente.
Cada uno tiene su mundo, sus planes, proyectos
independientes sin nada que compartir, donde se hacen comentarios simples,
aportes faltos de atención.
El siguiente y último
nivel es el de la intimidad, en este momento es cuando ya se presentan
temas de fondo, compartimos lo que somos, queremos buscamos, generamos,
proyectamos, dejamos de presentar anécdotas por vivirlos, compartir momentos y
situaciones comunes, que si bien se pueden hacer memoria a momentos pasados,
épocas, lugares y situaciones, también se da crean momentos donde la intimidad
es fuente de creación mutua, compartir miedos temores, dudas, sentimientos que
pueden aportar a la relación y que darán sentido a querer o no, una relación.
El compartir estos momentos de intimidad es la manera
más directa para reconocer si somos o no, si tenemos posibilidades reales, los
temas superficiales se convierten en verdaderas conversaciones de las cuales se
comparte, se genera y crea espacios para hacer y vivir juntos.
Retomando el tema de las interrogaciones, tenemos
cuatro posibilidades:
1-. Sentido positivo.
2-. Sentido negativo.
3-. Yo realizo las preguntas.
4-. A mí me hacen las preguntas.
El sentido positivo de una pregunta es que si hago una
propuesta, genero con mi pregunta una posibilidad, una actitud, planteo una
realidad. Encontramos preguntas que inician con: ¿Te gustaría…? ¿Quieres…?
Aportamos desde un sentido positivo de crear, hacer,
generar. Planteamos retos, inquietudes que deben ser respondidas y compartidas,
que generan un dialogo que puede profundizar y nutrir una relación humana.
El sentido negativo, por obvio que parezca proyectamos
una actitud pesimista de las cosas, temores, cosas que podrían ser, que algún
día llegarían, cuestiones de distancia que son improbables, casi inalcanzables,
muchas personas tristemente así plantean sus preguntas, sin darse cuenta de la
estructura negativa que presentan, como esperando una confirmación, pero
generando una duda, dejando las cosas en el aire: ¿No quieres comer? ¿Es
imposible lograr…? ¿Creo que no sería capaz de…? ¿Si hago esto, perderemos…?
Esta actitud negativa, tiene sus orígenes en una
estructura que más adelante analizaremos, pero que reflejan dudas, temores,
inseguridades que nos hacen ver la vida como apagado, con pocas posibilidades.
Cuando realizo las preguntas, suelo generar
cuestionamientos que me mantenga en una zona de confort y que exponga la otra
persona sus razones, esperando que diga lo que quiero escuchar, y no lo que me
está diciendo, genero con una interrogación un dialogo que nos permita
conocernos, compartir, descubrir, o voy en sentido negativo, exhibo sus
limitaciones y freno la comunicación. Muchas personas viven esperando una
respuesta, donde ya estén bien definidas las palabras, como una formula
matemática que el resultado ya se conoce, pero estoy esperando que como arte de
magia satisfaga todas mis incógnitas y que ya tengo respondidas, lo que es casi
imposible que sean justamente respondidas como quiero.
Si me hacen preguntas, soy capaz de responder con
sinceridad plena y compromiso con lo que estoy respondiendo, asumiendo cada
palabra y los actos que conllevan. Abro el dialogo con mis respuestas y se da
un intercambio de ideas, comentarios que nutren y fortalecen la relación, o
¿Dejas cosas en la ambigüedad, cerrando el tema, evitando dialogar, comentar o
compartir?
Es común ver casos que se presenta una gran necesidad
de hablar, y esperamos la atención de la otra persona, comentamos, exponemos
temas que son importantes, pedimos opinión, hacemos evaluación de lo que
estamos comentando, pero justo cuando se termina mi tema, también se termina mi
interés, también se termina la interacción, el dialogo, olvidando las
inquietudes, interrogantes de la otra persona.
En este dialogo, las interrogantes dejan claridad,
abren nuevas conversaciones, o se quedan inconclusas, con más interrogantes que
apertura a una dinámica de compartir y vivir.
El pasado, presente y futuro son elementos que todos
nos hemos cuestionado, pero en el momento de compartir se pueden volver una
condición de vida, es decir, que estoy amarrado a mi pasado, a mis ideas y
experiencias, imposibilitando nuevas experiencias, quedando casi nulificada mi
capacidad de asombro, porque ya lo vivido o ya lo leí, ya me paso…, de tal
manera que el pasado ha condicionado tanto mi vida y ahora no soy capaz de
subsistir sin mis recuerdos.
Otras personas están instaladas solo en el presente,
el ahora inmediato, sin tomar en cuenta los errores pasados, lo vivido y
sentido, queriendo tapar el sol con un dedo sin tener orden en lo que se vivió
y de ahí que se arrastren muchas complicaciones afectivas. El peligro de no
estar plenamente consientes de estos momentos pasados nos harán vivir un
presente de inconsciencia.
El futuro es incierto, incluso de alguna manera no
existe, ya que muchos factores que son improbables y aunque muchos quieren
buscar tener el control de lo que va a suceder, sin hacer nada, como si fuera
un momento mágico, donde no hago nada, no genero, no busco, simplemente algo o
alguien superior dará y donde mi libertad o esfuerzo tienen nada que hacer,
volviéndonos títeres de un destino que juega y se divierte con mis desgracias.
Otros se plantean ante el futuro como algo lejano que
algún día se dará, se logrará, sin conectar el presente con el futuro, y por
lógica ignorando el pasado.
Hay un hilo conductor entre estos tres momentos, que
no podemos separar, y que debemos de ubicar en su justa dimensión.
Querer olvidar esto complicaría mucho nuestras
relaciones humanas. Pretender vivir sin tener un futuro por mínimo o simple que
sea, es tanto como no reconocer en
nosotros posibilidades en las que podemos desarrollarnos.
Dice un dicho popular “ignorar el pasado es vivir
condenando a repetirlo”, muchos dicen no
ignorarlo, pero no remedian nada de ese pasado, no hay un compromiso con él,
responsabilizándonos ante lo que hemos vivido.
Algunas de las actitudes comunes de no asumir nuestro
pasado, es justificar cada una de las cosas que hemos vivido, culpando o
responsabilizando a otros de lo que nos ha pasado.
Culpamos a otros, somos víctimas en algunos casos, en
otros simples observadores de lo que otros hacen y son. Vemos como la vida
avanza, y estamos encerrados en actitudes que solo un milagro podría sacarnos
de ahí....
....En este proceso de desprogramación buscamos
precisamente esto. Reconocer que cosas estoy cargando, que elementos me han
formado para poder avanzar por la vida.
Vivir el presente, lo que se está generando en este
momento, siendo parte del pasado que he
llevado pero en gran medida estamos sobre los rieles que nos llevaran a un
futuro próximo, no de cinco, diez o veinte años, sino al inmediato, a un mañana
próximo que todos debemos de asumir, comprometernos y responsabilizarnos.
Mis relaciones de pareja están limitadas por mis
prejuicios o dicho más simple por mis experiencias mal acomodadas en mi vida,
soy un observador de la vida, una
víctima de las circunstancias, creyendo en que un día el príncipe (o princesa)
azul tocara a mi puerta sin que yo haga hecho nada más que esperar.
Mi persona ideal esta tan saturada de cosas bellas que
no toca una realidad y solo me divierto pasando el tiempo con los que me
rodean.
Tristemente muchas personas así lo viven, están con
quien no quieren estar, compartiendo una vida que no quieren, haciendo cosas
que no quieren y con mucha facilidad le echamos la culpa a otros, encontrado
frases tan absurdas como “porque Dios quiso”.
Deja de ser un títere, una víctima o un simple
observador de la vida, sé el protagonista de lo que quieres y eres.
Prepárate para hacer preguntas y dar respuestas en el
momento y situación adecuada, no para humillar o lastimar, sino para generar
dinámicas nuevas, y será así como puedas ser íntegramente una opción para
alguien más.
Deja esos sentimientos de orgullo, vanidad y
autosuficiencia que no te han servido más que para sostener una soledad que no
quieres, pero que tienes miedo a soltar.
Muchos se sienten bien en la soledad, por muchas
razones que son validad, pero recuerda, no es una capacidad natural, sino
aprendida, tu naturaleza es la de compartir, de vivir y estar en compañía, si
fuera así la misma natura nos abría hecho capaces de auto reproducirnos, pero
no es así, necesitamos, dependemos de otros.
Emmanuel Mounier decía “Somos en la medida que nos
descubrimos en los demás”, solo cuando me abro ante otra persona, comparto y soy
receptivo, me descubro a mí mismo. (...) Fragmento del libro "Desprográmate" ECO 2013